En la noche del sábado el recinto de los aljibes presentaba un ambiente más normal, después de los desbordamientos de los recitales anteriores. Cuando comenzó a cantar Calixto Sánchez la peña estaba al completo, es decir, con todos sus asientos ocupados pero sin los espectadores de pie que fueron mayoría el jueves y el viernes. Ambiente tranquilo, el que corresponde a la seguridad que transmite un artista serio, meticuloso como casi nadie en la música flamenca y dotado de unas condiciones físicas privilegiadas que él se ha ocupado de cuidar y mejorar con el entrenamiento y el estudio continuo. En esto es un auténtico número uno, un maestro, maestro por partida doble por ser titulado en Magisterio. Para seguir con la tónica de ir dejando fechas para la historia que viene marcando la 40ª edición de la semana mayor de los tarantos, Calixto Sánchez hizo su aportación particular. Antes de comenzar su recital anunció solemnemente, después de hacer un rápido repaso a su trayectoria artística, que esta actuación suya en El Taranto era la última como cantaor en activo. “Me voy a despedir en la misma ciudad en la hice mi primera actuación con un contrato de artista profesional”, dijo Calixto, al referirse a su primera participación en un festival flamenco de Almería de los años setenta. A pesar de la contundencia de sus palabras, cuando terminó su actuación muchos de los aficionados presentes dudaban de que la retirada fuera efectiva. ¿Cómo se puede retirar alguien después de semejante exhibición de facultades? Máxime cuando lo habitual en el mundo del arte flamenco es estirar todo lo posible, muchas veces indebidamente, la carrera profesional.
No es que no confiemos en la palabra de una persona tan formal pero solo el tiempo nos dirá si su recital del sábado en los aljibes pasa a aumentar la leyenda de este recinto. No olvidemos que Calixto Sánchez ha estado en la primera división del arte flamenco durante más de treinta años, sin bajar nunca a segunda, si me permiten la licencia futbolera. Calixto ha sido un auténtico todo terreno, muy respetado por sus colegas y por los aficionados, incluso por ese alto porcentaje de los mismos que gustan de un flamenco de muy distinto enfoque. Es por esto que ha actuado muchísimo, sin parar de viajar –“no sabes ni en el día que vives”, le dice su mujer- y tiene derecho a jubilarse, a llevar una vida normal. Lo que puede ocurrir, es al menos lo que yo me atrevo a pronosticar, es que el maestro Calixto Sánchez a partir de ahora distribuya sus actuaciones con cuentagotas y solo actúe en donde más le apetezca. Sí mi teoría es acertada, volverá a actuar en la Peña El Taranto.
Su recital del sábado fue una lección de poderío y de buen gusto. Comenzó con los cantes de levante, los cantes de “la tierra” dijo en un guiño al público más localista, para seguir por soleá, por unas muy sentidas y trágicas seguiriyas, para aliviar con unas alegrías con hermosas letras cultas y populares y cerrar con unas bulerías de letras muy graciosas y con músicas adecuadas a su estilo cantaor. El entendido público quedó encantado y así se lo premió con un prolongadísimo aplauso, aunque más de una persona se quedó con ganas de más: “le ha faltado un cantecito”, decían. Buen síntoma, señal de que les gustó. En especial su perfecta vocalización, la cuidadosa elección de las letras y su afán por anunciar y explicar el cante que va a ejecutar. Algún aficionado dice que se pasa y yo digo que es peor subirse al escenario y salvo cantar no decir ni Pamplona. Nadie tiene la obligación de hacer un máster de flamenco antes de ir a disfrutar de un recital.
Eduardo Rebollar le acompañó a la guitarra: un buen profesional, con un toque clásico y ajustado que fue un acompañante perfecto para las características del cante de Calixto. Como para todo es muy exigente y cuida especialmente la elección del guitarrista, al no poder contar con su pareja artística de hecho –Sánchez dixit- , Manolo Franco, apostó por Eduardo. Y volvió a acertar.
Escribe: Miguel H. Pérez. Diario de Almería. Lunes, 16 de mayo.