En la bonita y remozada terraza de la Peña El Taranto, una hora antes de la hora fijada para el comienzo del recital, ya se vivía el ambiente propio de las citas importantes, de las festivas. Los aficionados al flamenco, la inmensa mayoría de los habituales en los recitales de la “Capilla Sixtina” –Don Antonio Mairena dixit– , comentaban los detalles propios de un estreno: la presentación, en los aljibes, del cantaor David Carpio. Nacido en el ya mítico barrio de La Plazuela de Jerez, en diciembre de 1975, David ha recorrido ya medio mundo como cantaor de grandes compañías de baile o de espectáculos como “Viva Jerez” (producción del Teatro Villamarta) y “Made in Jerez” de su paisano, genial guitarrista y compositor, Gerardo Núñez. Por su participación brillante en esos dos últimos espectáculos, David recibió en 2012 el premio del Festival de Jerez “Al Mejor Cantaor d´Atrás”. Esa característica de artista de compañías de baile y guitarra explica, en cierto modo, el que un cantaor de su calidad y ya en plena madurez no hubiera debutado aún en esta plaza de primera que es El Taranto.
David desciende de dos estirpes flamencas, los Carpio y los Montoya, arraigadas en el pueblo flamenco por antonomasia, Jerez de la Frontera, en donde el cante, como su vino de fama universal, tiene un aroma genuino e inimitable. Aromas de cante grande, de cante jondo, profundo y siempre a compás, que inundaron los aljibes en la noche del viernes. Todo esto no hubiera sido posible sin la contribución de un guitarrista de lujo, Manuel Valencia (Jerez, 1984) con quien comparte paisanaje y frecuencia artística. Manuel Macano y Kike Soto, acompañaron con sus flamenquísimas palmas en los palos por alegrías y bulerías, consiguiendo que el aroma se hiciera más intenso si cabe.
Estaba muy comprometido David con su presentación en El Taranto. Y quiso empezar a lo grande, como en los viejos tiempos, a palo seco: por tonás. Después vinieron las malagueñas, las soleares, las alegrías, los casi obligados –para los debutantes– tarantos y las siguiriyas, para rematar, como dios manda, con una fiesta por bulerías que fue lo mejor de un estupendo recital.
David Carpio demostró ser, sin duda, un cantaor muy interesante al que habrá que seguir atentamente en su más reciente trayectoria “en solitario”. Tiene todas las condiciones para romper en gran figura: conocimiento ancestral, buen gusto, una voz poderosa (de la que a veces abusó por la costumbre adquirida en el cante para bailar) y un sentido del compás que “quita la cabeza”. Arte a raudales que también atesora el joven maestro Manuel Valencia, habitual en los aljibes, quien ya tiene un buen puesto en la élite de la guitarra de acompañamiento actual. Aromas de fino en rama.
Miguel H. Pérez